Cumplo 57 en abril.
Me la diagnosticaron en 1997.
Muchos tipos de infecciones, por ejemplo, infecciones de oído, gripe, cansancio, pérdida de peso, hemorragias no controladas y malestar.
Pasó un año antes de que me diesen el diagnóstico y pensaban que era una grave crisis blástica. Me hice todas las pruebas para encontrar un donante adecuado para recibir un trasplante de médula ósea. Mi hermana era una donante compatible, pero tuvo dos recaídas.
Mi médico de atención primaria pensaba que era una infección “inofensiva”, pero, más adelante, me tuve que hacer una revisión en el trabajo y me derivaron al hospital universitario, donde me diagnosticaron LMA (pensé que me iba a morir). Sin embargo, luego, se demostró que era una LMC con una tasa de supervivencia del 20 % después de cinco años. “¡Yuju! 5 años más en el infierno, pero mejor que la muerte súbita”, fue mi pensamiento inicial como madre.
En mi lugar de trabajo me derivaron a mi médico de atención primaria y este me dijo que se trataba de “algún tipo de leucemia” y el hematólogo fue el que me dijo que tenía LMC en una crisis blástica acelerada, por lo que mi diagnóstico cambió de LMA a LMC.
Pensé que tenía que estar tranquila para no preocupar demasiado a mi familia. Al principio, no llegué a comprender lo grave que era. Quizás me quedé impactada.
Me tuve que dar de baja por enfermedad durante un tiempo y mi familia se preocupó muchísimo, porque todos vivían fuera. Mi marido pensó que yo lo controlaría todo y que solo tenía que “mantenerme en pie”. Tenía un niño de dos años, así que tenía que centrarme en él. Más adelante, descubrí que mi hijo tenía autismo. Demasiadas cosas en las que pensar al mismo tiempo… La gente que tenía alrededor pensaba que lo llevaba bien, pero tanto la cabeza como el corazón me iban a explotar.
Estaban destrozados y preocupados por mi vida. Hay amigos a los que no he vuelto a ver.
Me decían que estaba muy tranquila y sensata. Yo pensaba que saldría de esta sin ningún problema. Contaba con un buen hematólogo con el que hablar. Sin embargo, el miedo a la muerte siempre estaba ahí porque tenía un hijo de dos años y me consideraba muy joven. Tuve que luchar por él.
Tenía que ser fuerte porque mi exmarido no me apoyó porque estaba en estado de negación. Además, mi familia estaba muy preocupada por mí. Todo el mundo recuerda que yo estaba muy tranquila y confiaba en que los médicos sabían lo que estaban haciendo.
Me sentía mal todo el rato, por lo que pasé mucho tiempo en el hospital a causa de las infecciones. Los cinco primeros años no paré de entrar y salir del hospital.
Me divorcié, perdí mi trabajo y recibí una pensión.
Me casé de nuevo y volví a disfrutar de la vida.
Pensé que me iba a morir, pero recibí una segunda oportunidad y eso significa mucho para mí. Ahora disfruto de la vida en todo momento, no doy nada por sentado, como solía hacer antes de la LMC.
Estuve muy sola en lo que respecta a mi enfermedad y, en ese momento, no había defensa del paciente… Mi objetivo es que nadie se sienta solo.
El primer ITC me lo tomé en 2002 y el segundo, en 2010, por las recaídas. Además, el linfocito T de mi hermana no me ayudó, pero sobreviví. He aprendido mucho de la LMC y de lo que significa padecer esta enfermedad. Estoy mucho más pendiente de la reacción de mi cuerpo al tratamiento y vivo bien, a pesar de los efectos secundarios y los problemas médicos.
Tuve muchos ataques de pánico y ansiedad, tras unos 10 o 12 años desde de que me diagnosticaran la enfermedad, pero un psicólogo muy bueno me ayudó y hace mucho tiempo que no los tengo. Tengo un marido que se preocupa mucho por mí. Estoy haciendo dieta, es decir, no tomo grasas ni azúcares, porque me afectan tanto al estómago como a mi estado de salud.
Le diría que obtenga toda la información que necesite para poder entender la enfermedad y que yo soy un claro ejemplo de que se puede sobrevivir a ella, aunque haya sido muy duro. Sus seres queridos también necesitan conocer a otras personas que se encuentren en la misma situación para que compartan la situación de la persona a que quieren y su estado de salud o mental.
He sobrevivido y he logrado seguir con mi vida a pesar de todo, ver a mi hijo crecer, educarlo, convertirse en un hombre con buenos modales y todo lo que conlleva. Encontré otro marido y vivo feliz también con sus dos hijos. Me he dedicado a ayudar a otras personas que se encuentran en la misma situación: no estáis solos y, si yo pude, vosotros (y vuestros médicos) también podéis.
POR SUPUESTO. Actualmente, a todo el mundo le gusta hacer hincapié en la “calidad de vida”, ¿pero en qué consiste esto? El coste del tratamiento o de los medicamentos, pasar tiempo con las personas a las que quieres, la economía, la recuperación, el trabajo o la pensión, la autoestima, el reconocimiento de una enfermedad “oculta”, la aceptación de una enfermedad visible, y un largo etcétera.